La colección epigráfica romana de Idanha-a-Velha constituye uno de los mayores y más representativos conjuntos nacionales de epigrafía romana, recogido en diversas fases de la exploración arqueológica de la aldea. El Archivo Epigráfico, situado en el jardín del antiguo lagar de aceite de oliva, al suroeste de la aldea, se creó para exponer, selectivamente, esta colección que anteriormente se encontraba en la catedral. El nuevo proyecto museístico para este espacio permitió el estudio y publicación de esta importante colección epigráfica. Se exhiben 86 piezas, de un total de 210, armonizando las técnicas expositivas tradicionales con tecnología multimedia. Al cuidado puesto en el rigor científico de su estudio se añadió una efectiva accesibilidad a los contenidos epigráficos para un amplio público, para lo cual se diseñó un recorrido interactivo en el que la tecnología sirve al propósito de contextualizar e interpretar las piezas expuestas. Este proyecto fomenta el uso y la valorización de los recursos patrimoniales endógenos a través de la investigación científica, la conservación del patrimonio arqueológico y la aplicación de las nuevas tecnologías, con el fin de responder a las exigencias de un turismo de calidad que se desea para este lugar.

Dos son los baptisterios identificados en la vieja Egitanea, nombre por el que se conoce a la ciudad visigoda. Uno de ellos —cuya fecha de construcción se desconoce, y en la cual se utilizaron materiales de la ciudad imperial romana— está situado junto a la fachada norte de la catedral. Fue abandonado a finales del siglo IV, principios del siglo V. Se trata de una piscina rectangular, con escalones de acceso en los lados menores, revestida con opus signinum (mortero de impermeabilización) con fondo de mármol. El segundo baptisterio se construyó a principios del siglo V, también reutilizando losas de mármol de la ciudad imperial. Tiene una planta cruciforme y conservaba, hasta hace bien poco, vestigios de la pintura original. Ambos son litúrgicamente cercanos y funcionalmente idénticos: una pequeña piscina con escalones, en la que entraban los catecúmenos por el lado oeste, recibían la triple infusión —simbolizando el rito purificador de la inmersión– y salían por el lado opuesto. En el baptisterio sur, los sacerdotes ocupaban los espacios lobulados laterales. La investigación arqueológica aún no ha contextualizado estos dos baptisterios —que se encuentran entre los más antiguos de Portugal—, y se acepta que pertenecieron a estructuras anteriores a la catedral (iglesia de Santa María).

El templo ocupa un lugar destacado en la plaza del mismo nombre, con una reordenación contemporánea, pero trazada sobre la anterior configuración popular. Aquí se celebran las festividades locales; principalmente, la fiesta anual de la santa patrona de la parroquia: Nuestra Señora de la Concepción. La capilla tiene una planta de una sola nave y una capilla mayor. En la fachada, la portada está rematada por una vieira y una paloma sobre un cáliz. En el interior, un arco triunfal ojival atestigua su origen medieval, si bien la configuración actual data del siglo XVII. En el interior destacan la imagen sedente de la santa patrona y un púlpito, contemporáneos de la reforma realizada en el siglo XVII en el templo. En un plano inferior, una plaza de toros complace al gusto taurino local, ya que la tradición consistía en el toreo a la vara larga.

En un terreno elevado sobre el río, está la capilla de S. Dámaso, de estilo manierista tardío. Tiene en su frente una inscripción con la fecha de su construcción, año de 1748. En la zona del altar, cuenta con un retablo en cantería de granito, iluminado por una ventana que se encuentra en la pared oeste.

El edificio presenta una «planta rectangular, frente centrada por la puerta con arco de medio punto, datado en el siglo XVII». En el siglo XX, esta capilla fue adaptada como museo privado, conocido como Museo Lapidario Igeditano. Desactivado este museo, su «patrimonio se dona, más tarde, al Estado».

La casa es una obra del siglo XX, construida por la principal familia de latifundiarios locales. El proyecto creció sobre una casa anterior, que condicionó la nueva planta. Es de estilo ecléctico, alineado con el estilo «portugués suave», y se desconoce quién la diseñó. Destaca, sobre todo, por su refinamiento constructivo, principalmente en la cantería artística. La obra se suspendió en los años 50, dejando los interiores sin acabar. La casa está integrada en una enorme manzana cerrada, de la que forma parte una zona para los espacios de apoyo a la explotación agrícola. En un tercer espacio podemos encontrar instalaciones para animales domésticos. La Casa Grande, aunque parezca aislada, está rodeada de otras instalaciones agrícolas y es el centro de la explotación de la finca familiar, cuyos vastos campos rodeaban Idanha-a-Velha.